En diversas situaciones se da la oportunidad de hablar sobre la tarea de
enseñar y más aún de los problemas actuales en la tarea y son pocas las
veces que se llega a una solución adecuada. El tema es complejo y
seguramente a través de los años ésta fue cambiando radicalmente.
Indudablemente se torna urgente un cambio en la tarea, y ese paso por supuesto debe ser dado desde los docentes. puesto que los niños de hoy tienen otros intereses e inquietudes, otra manera de pensar, otra dinámica y es desde allí donde hay que atraparlos, desde sus gustos e intereses para que ese proceso de enseñanza-aprendizaje sea realmenete eficiente. Para ello es necesario tambien un cambio en las instituciones, donde estas se adapten a los niños, a las situaciones de la actualidad sin perder su función obviamente, pero tener en cuenta la opinion de los alumnos y sus expectativas sobre la escuela.
Si bien no es algo facil, se hace necesario un cambio en la educación, con una participación de los diferentes sectores de la sociedad. Algo difícil pero necesario para poder seguir educando.
El sistema educativo, la sociedad, los padres y los educandos demandan
por un maestro preparado, que sirva como factor de cambio, un
profesional que facilite y guíe a los estudiantes por el camino del
saber.
Al concebir el aula como el lugar donde se investiga, experimenta, modela y se toman decisiones para la solución de problemas y se reflexona sobre lo que es necesario y pertinente aprender, el maestro debe autorreconocerse como un estudiante de por vida, con el propósito de adquirir heramientas teóricas, prácticas didácticas y tecnológicas modernas que le ayuden a fortalecer su labor.
Conociendo los beneficios de la tecnología e implementándolo con los alumnos, quizá se pueda revertir el fenómeno del "desinterés por aprender"
Me parece que ser docente hoy es un desafío como lo fue siempre, pero lo
que si veo es que el contexto ha cambiado, pues se dan cambios
vertiginosos.
Y es estos cambios acelerados los que nos pone en contantemente en “jake”, ya que la actividad que hoy creemos es la mejor e infalible, se torna obsoleta en el mismo día. Por ello creo que una de las claves para ser docente es la constancia, el continuar a pesar de y sobre todo soñar, y no dejar de hacerlo porque el día que dejamos de hacerlo es que la realidad nos ha convencido de que nada es posible y que todo está perdido, y de ese modo habremos perdido la esencia como ser humano, de mejorar nuestro entorno.
En el intento de dar cuenta de la complejidad de la función docente,
se coincide en enumerar una serie de rasgos que la caracterizan:
multiplicidad de tareas; variedad de contextos en que estas tareas se
desarrollan; complejidad del acto pedagógico; inmediatez;
indeterminación de las situaciones que se suscitan en el curso del
trabajo docente; implicación personal y posicionamiento ético que
supone la tarea.
Pese a la coincidencia general en
identificar estos rasgos, tanto las políticas de formación como el
debate pedagógico, soslayan la misma complejidad que proclama. y sus
respuestas al problema oscilan entre el tecnicismo y la improvisación.
Los estudios sobre el docente dan cuenta del interés acerca de los
conocimientos que pone en juego un enseñante en su práctica cotidiana y
se plantean ciertos interrogantes: ¿cuál es el tipo de conocimiento
que permite a un docente formarse una cierta visión de la situación,
que siempre será singular; actualizar las alternativas de de las que
dispone en el arsenal del conocimiento pedagógico-didáctico; generar las
adecuaciones del caso, incluso producir alternativas nuevas, para
intervenir con razonable expectativa de pertinencia? ¿Qué tipo de
saberes permiten todo esto? ¿Están disponibles esos saberes? ¿Qué
intervenciones formativas facilitan la construcción de estos saberes?
La tradición normalista produjo su propia
respuesta. El principal mecanismo previsto para la creación de la
docencia como profesión fue la formación de ciertos conocimientos y
valores específicos durante un período de tiempo en instituciones
especializadas. Esto suponía la adquisición de habilidades normalizadas
que se ejercían en el seno de una institución burocrática y
jerarquizada. Por otra parte estos conocimientos se consideraban
válidos a lo largo de todo el período de ejercicio de su profesión.
Los profesores, cualquiera sea el nivel o modalidad de la enseñanza
en la cual desarrollen su tarea, deben poder comprender e intervenir
como ciudadanos productivos en el mundo en que viven. La cultura
endogámica de las escuelas y las instituciones de formación no
favorecieron la interacción con otros ámbitos, ni la posibilidad de
plantearse preguntas o ensayar respuestas del más allá espacial y
temporal de las escuelas.
Esto implica que un desafío para la formación
de los docentes es ampliar el horizonte cultural, prever tiempos y
espacios diversos destinados a recuperar y a resignificar formas
abiertas de ver el mundo. Conocer más de cerca, por ejemplo, los
procesos productivos ligados a su tarea académica, como así también
ampliar su rol profesional como respuesta a la utilización de las
tecnologías de la información y comunicación en el aula y en el ámbito
del alumnado.
Es tarea de nosotros los docentes replantearnos continuamente nuestra
función en la sociedad, la importancia y responsabilidad que tenemos
hoy. En contra de lo que pensamos, con las nuevas formas de divulgación
en educación y con todas las posibilidades que poseen los estudiantes
de adquirir conocimientos, hoy más que nunca somos indispensables en el
proceso de enseñanza, dada la pérdida del interés en aprender, la
pérdida de valores, la pereza intelectual y el logro facilista de las
metas, nos obligan a que replanteemos seriamente nuestro modelo
educativo, que hoy, me atrevo a afirmar, sigue siendo repetitivo y
memorístico, muchas veces aburrido y poco interesante para el
estudiante.
Hoy y siempre como decía Paulo Freire "la educación es un acto de
amor". También decía:" es necesario que las mayorías tengan derecho a la
esperanza para que operando el presente, tengan futuro."
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